Víctor Hugo y Eliber Arturo se conocieron en un hogar de paz donde estuvieron por algunos meses después de su desmovilización. Víctor es el encargado de conseguir los clientes y hacer las relaciones públicas, mientras que Arturo está pendiente de los empleados y trabaja en las máquinas filetiadoras y plana; ambos son los socios que crearon 'Textil World', taller de confecciones de prendas de vestir para mujeres, hombres, niños y jóvenes.
Ninguno de ellos pensó en tener una empresa de la industria textil. Su idea nació luego de su desmovilización, se sentaron a planear y allá, en el municipio de Santuario, en el departamento de Antioquia, se hizo realidad 'Textil World'. Hoy ese negocio es rentable y los llevó a postularse para el galardón Carlos Arturo Ángel, que entrega la ANDI anualmente a una persona en reintegración que, desde el ámbito empresarial, aporte positivamente al país.
Sin saber ni prender una máquina y desconocer el negocio, Arturo y Víctor se embarcaron en esta aventura. Optaron por pagarle a una mujer del pueblo para que les enseñara sobre este oficio. Tomaron los pocos ahorros que tenían y compraron ocho máquinas de coser. Por medio de amigos y conocidos consiguieron un proveedor para empezar a suplir sus creaciones.
A la fecha, 'Textil World' es un taller que queda en una pequeña casa cercana al parque principal del pueblo, cuenta con nueve máquinas y da empleo a seis personas, la mayoría madres cabeza de familia. "Cada día me siento más motivado y con planes como tener nuestra propia marca. Aprovechar al máximo las oportunidades de la vida", dice Víctor.
El cambio ha sido rápido gracias a sus ganas de salir adelante. Hace un año estos hombres pertenecían a las filas de un grupo armado ilegal, pero su realidad ahora es muy distinta: son dueños de su propia empresa y contribuyen al crecimiento económico de su región.
Actualmente, ambos se encuentran terminando el año de estabilización en el proceso de reintegración que lidera la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN).
La vida que dejaron atrás
Víctor y Arturo ingresaron muy jóvenes al ELN. Por distintas circunstancias, cada uno de ellos resultó en las selvas de Colombia dejando atrás a sus familias. Víctor lo hizo a los 29 años dado que no tenía estabilidad económica. Víctor decidió huir luego de cuatro años lejos de su familia. "Al principio no quería entrar porque me daba miedo que no me dejaran salir. Cuando me di cuenta que no tenía nada, pues no podía disponer de lo que supuestamente era mío, pedí la baja, no me la dieron y me tocó volarme".
El caso de Arturo fue distinto, con apenas 17 años, cansado de la convivencia con su abuela, buscó la forma de informarse sobre el grupo armado. Lo hizo gracias a un primo que ya pertenecía a la organización. "Un día mi papá me dijo que nos fuéramos de paseo y me llevó donde unos familiares que vivían en una zona roja, allá en el Valle del Cauca, cuando caminábamos yo distinguí a la guerrilla y me llamó la atención que tenían armas, que eran los que mandaban y tenían el poder", explica.
Arturo quería sobresalir dentro del grupo, es por esto que se esmeró mucho en estudiar, hizo cursos de primeros auxilios, reparación de radios, teléfonos, celulares y, al ver su esfuerzo, el comandante lo envió a una escuela política. Allí empezó a escalar, fue mando de escuadra, segundo mando de compañía a cargo de 90 hombres.
Luego de varios años y convencido de esa ideología política, Arturo desertó. "Tomé la decisión de desmovilizarme porque mi vida estaba en riesgo, me mantenía escondido y no tenía tranquilidad. Con ayuda de una amiga, con la que tuve un romance, conseguí el teléfono de un mayor del Ejército, hablé con él, busqué la forma de salirme del pueblo y me fui para Popayán, donde me desmovilicé", afirma.