Olga, una joven mujer, desplazada por el conflicto armado en Nariño; y Edison, un adulto mayor desmovilizado del ELN y reintegrado con éxito a la sociedad, se vieron por primera vez en Barbacoas (Nariño), tras un secuestro. En Cali, se reencontraron para desentrañar ese pedazo de historia y protagonizar un caso de reconciliación.
En el pueblo, a ocho horas de la capital nariñense –a donde se llega pasando trochas y un río– vivía, con su familia Olga Milena García, una joven humilde, de 18 años, que empezó a trabajar en el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE). Llevaba ya una semana como encuestadora y tenía la responsabilidad de censar a la población rural de Barbacoas. Era un grupo de casi 50 encuestadores, armados sólo con sus maletines, equipos tecnológicos y papelería, en un territorio asediado por grupos armados ilegales.
A pesar de todo, Olga decidió asumir el riesgo. Se trataba de trabajar para brindarle lo mejor a su pequeño hijo. Pero esta vez, su fuerza de voluntad fue coartada. Un grupo de guerrilleros, montados en lanchas y canoas, les obligaron a subir junto con todos los materiales. Llegaron a un caserío donde permanecieron retenidos por casi cuatro horas. Al mando estaba Edison Gómez, un guerrillero del ELN, que por ese tiempo pretendía mantener control en el territorio.
Olga recuerda la zozobra de no saber qué pasaría con sus vidas. Sentada, agarrada de la mano del que estuviera a su lado, sólo esperaba el peor momento. Los nervios de estar en una zona aún más apartada de aquella en la que ya de por sí vivía, parecían ahogar su corazón entre cada pálpito. Sólo recuerda que Edison les reiteraba que no les haría daño, mientras les pedía explicación de cómo manejar los GPS y herramientas de trabajo que llevaban consigo los encuestadores. Al final, fueron liberados, pero sólo les devolvieron sus documentos. Todos los equipos de tecnología y papelería quedaron a disposición del grupo armado.
A raíz de la violencia en esta zona del país, Olga se vio en la obligación de abandonar Barbacoas y tuvo que dejar a su familia. Pero no se arrepiente. Ya lleva cinco años en Cali, luchando para seguir adelante.
Cali (Valle)
Edison Gómez, el ex ELN, es hoy una persona desmovilizada y reintegrada. Olga es hoy una líder comunitaria. Juntos participaban en talleres de formación ciudadana, en el marco de un modelo de reintegración comunitaria, que buscó involucrar a personas víctimas, victimarios y de la comunidad, en iniciativas para su beneficio colectivo.
Fue allí, en uno de esos talleres, donde se volvieron a encontrar y se reconocieron. Esta vez, lejos de la violencia, frente a frente. Ella recuerda haber visto ese rostro de Edison en algún otro escenario. De inmediato llegó a su mente aquel momento en que fue privada de la libertad y sintió temor por su vida. Edison, entonces, le confiesa que había sido él quien estuvo a cargo de ese grupo guerrillero, que la había retenido. Entonces, le pidió perdón, le dio un fuerte abrazo y volvió y la abrazó.
Ambos protagonizan hoy una historia de perdón y de reconciliación. Trabajan de la mano y se apoyan para sacar adelante iniciativas en beneficio de la comunidad.
Olga Milena, con 28 años y un hijo de 12, está a un paso de terminar su Técnico en Sistemas, en el Centro de Capacitación Don Bosco, lugar en el que, además, interactúa con menores de edad que se han desvinculado del conflicto armado y que están en un proceso de restitución de sus derechos.
Edison, por su parte, es una persona reintegrada, que ha sido ejemplo de construcción de paz. Fue reconocido por la Alcaldía de Cali como un 'Vecino Calidoso'. También apoya la gestión del Centro Integral de Promoción de Derechos 'Sol de Oriente' (CIPD), donde se brinda atención psicológica y jurídica de forma gratuita a la comunidad. También es el Presidente del consejo de padres de familia del colegio de su hijo.
Los dos sienten admiración mutua. Por un lado, Olga ve a Edison como un hombre valiente, solidario y un trabajador incansable a pesar de su edad. "Alguien que se desmovilizó como él, es una persona que deja de manejar un arma y le aporta a la paz que toda Colombia anhela", dice.
Edison ve en Olga una mujer joven, luchadora, trabajadora y dispuesta a perdonar y a salir adelante. Lo más importante es que no sólo conviven en sectores aledaños y que han trabajado en comunidad. También comparten necesidades, carencias, dificultades, miedos. Son amigos. De esos que están en las buenas y en las malas. De los que se llaman cuando no se pueden ver con frecuencia. El valor de la amistad es algo que han sembrado y que sólo el paso por la guerra puede hacer posible, cuando hay arrepentimiento y perdón de corazón.
"Tenemos un momento difícil en mi familia y Edison, cuando no nos vemos, me llama por teléfono y me pregunta cómo siguen las cosas, y yo le cuento. Siempre está pendiente de la gente. Es un hombre muy solidario, brinda ayuda al que la necesita", asegura Olga, mientras relata que ahora su familia está siendo víctima de la violencia que sigue acechando a Nariño, esta vez por un grupo criminal. El desplazamiento es algo que sólo quien lo sufre en carne propia es capaz de dimensionar. Hoy, está a la espera de poderla recibir en Cali, mientras anhela que más personas abandonen los grupos armados.