Yeimer Ateorthua combatió durante cuatro años en las selvas de Colombia. Hoy tiene su propio negocio de pinturas.
Le apasiona pintar paisajes y retratos, todo con técnicas empíricas que aprendió ojeando revistas de dibujo y tutoriales en internet. Esa es la vida que ahora tiene Yeimer, que está dedicado a su empresa de pintura en el municipio de Cubarral y al fortalecimiento de su familia.
El destino no ha sido fácil para este hombre que, después de caer en la cárcel por dos años y ser condenado a 32 de prisión acusado de homicidio, huyó estando con el beneficio de prisión domiciliaria a zonas recónditas del Meta, en donde terminó enfilado, durante cuatro años, en el bloque Héroes del Guaviare, de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Las épocas difíciles quedaron atrás, gracias a que, después de acogerse a la ruta de reintegración que maneja la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), logró apelar su sentencia, que fue reducida a diez meses de prisión domiciliaria, pues nunca encontraron pruebas que lo comprometieran. Pena que ya purgó.
"Para mí el proceso de reintegración ha sido de mucha bendición. Pude hacer un técnico en seguridad industrial, después apliqué para tener mi negocio y lo aprobaron", argumenta.
Cuando tuvo que decidir en qué iba a montar su proyecto de vida, a través de la unidad de negocio que se da como posibilidad dentro de la ACR, no dudó en que debía ser con lo que más disfrutaba hacer desde que estaba en el colegio. "Me gustaba hacer carteleras, hacía dibujitos, perfeccioné bastante. Después empecé a trabajar con aerógrafo, murales, y cada vez me perfecciono más".
Desde el principio
Estando en el proceso de reintegración él ya se dedicaba a pintar desde su casa, pero los materiales que necesitaba para elaborar su trabajo no se conseguían en el municipio donde vive, por lo que se tenía que desplazar hasta una hora y media a localidades cercanas como Guamal o Villavicencio. Por ello optó por montar su local y tener proveedores.
Según él, la mayoría de ornamentadores y ebanistas de Cubarral le compran lacas, anticorrosivos y esmaltes, e incluso surte algunos locales comerciales, por lo que no solo tiene una entrada por sus pinturas, si no que recibe una "ayuda extra" como él la denomina. La misma que le ha permitido mantener a su esposa y sus dos hijos, de 19 y 12 años.
Para él, estar tranquilo y tener la libertad de hacer las cosas es algo que no cambiaría por nada. "Gracias a mi proceso y a Dios puedo decir que hoy soy un hombre muy feliz", concluye.