"Perdone que se me quiebre la voz. De la basura saqué comida cuando estuve en la cárcel y viví en la calle, pero mientras viva, trabajaré para que a ustedes nos les falte nada", pronuncia con la fuerza de un huracán espiritual, el pastor Cristóbal Rivera. A su alrededor, hombres y mujeres, de años perdurables, le miran con el alma, mientras permanecen con sus ojos cerrados, unidos en oración.
Entre ellos están Humberto, que trabaja como fumigador y tiene pendiente una cirugía de corazón. Rogelio, que vive del reciclaje. José Cerón, un escultor que dejó el consumo de sustancias psicoactivas y se refugió en su arte. Francisco, que fue cortero de caña la mayor parte de su vida. También Ismenia Cruz, que vive sola y apoya con algunas labores a la comunidad.
Son las 7:00 am en la Primera Iglesia Bautista de Popayán. La ciudad amanece calmada, en una mañana de sábado. Mientras muchos payaneses aún duermen, ya han transcurrido tres horas desde que un grupo de voluntarios, integrado por jóvenes y mujeres desmovilizadas en proceso de reintegración con la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), vienen dirigiendo las labores de la cocina y ayudando a la logística para atender a los invitados especiales.
Más de 150 adultos mayores, en situación de calle, como Humberto, Rogelio, José, Francisco e Ismenia, que madrugan cada sábado para recibir su boleto con derecho a un desayuno especial. Todos esperan sentados en la mesa, con mantel y cubiertos, el plato fuerte del día. Para la mayoría, es el único plato fuerte de la semana. Y antes de disfrutarlo, oran para nutrir su corazón. Porque de su cuerpo, se encarga la labor que durante estos trece años viene liderando el pastor Cristóbal en la Primera Iglesia Bautista de Popayán, a través del programa 'Dadle vosotros de comer'.
Pero este sábado es diferente. Están de cumpleaños. Son trece años ininterrumpidos de darle desayuno a aquellos que no tienen nada, pero que todos los días agradecen a Dios. El menú: caldo de costilla, huevos pericos, arroz, pan y avena. Se puede repetir.
Entonces se forma una fila. Es la del grupo de voluntarios, integrado también por colaboradores de la ACR. Ellos esperan su turno para recibir una bandeja con varios platos. Mientras tanto, los comensales permanecen atentos. Son los invitados de honor. "¡Yo también estoy cumpliendo años hoy!", exclama Francisco, quien vio nacer esta labor en la congregación y ahora extiende sus manos para recibir un nuevo desayuno.
"Es bueno darles la oportunidad para que ellos cambien de parecer por lo que han estado haciendo mal y darles la entrada para que ayuden, ya que quieren prestar ayuda", afirma, sobre la labor que allí vienen emprendiendo 19 hombres y mujeres que abandonaron un grupo armado ilegal y que se acogieron al proceso de reintegración.
Vidas que se transforman
Luis* es uno de esos 19 ciudadanos que han realizado su servicio social en la Primera Iglesia Bautista de Popayán. Él ha sido el maestro de obra para la construcción de un albergue. "Nos faltan terminar algunas cositas, pero creemos que con esto que hemos hecho con tanto amor, muchas personas se van a beneficiar. Yo le doy gracias a Dios por la decisión de abandonar las armas, porque me acogió la Agencia y mi vida ha cambiado totalmente. Soy una persona diferente, yo mismo lo noto".
De cambios también pueda dar fe el pastor Cristóbal, quien ha mantenido por tanto tiempo su labor social a pesar de las adversidades de la vida. "En un pasado yo fui militante del M-19 y hoy en día, a partir de todo el proceso de superación que viví, que soy jubilado de una empresa y docente universitario, yo creo en el proceso de reintegración no como un elemento ideal sino como un elemento real, porque se requieren las oportunidades para que la gente estudie y tenga espacios de trabajo", asegura.
"Puedo hacer un llamado a todas las iglesias para que adoptemos a nuestros hermanos excombatientes. La paz de Cristo también puede llegar a ellos. Yo lo viví en un pasado y hoy en día por eso extiendo mis manos abiertas a ellos. Con nuestras manos, que en un pasado derramaron sangre, hoy podemos construir un nuevo país", agrega.
El servicio social son acciones benéficas que realizan las personas desmovilizadas que están en proceso de reintegración, durante un mínimo de 80 horas, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las comunidades.
(*) Nombre cambiado a petición de la fuente.