- Con una muestra fotográfica, cultural y de proyectos productivos finalizó el proceso de reintegración de las Autodefensas Campesinas de Colombia.
- Con la desmovilización y la reintegración llegaron nuevas oportunidades: capacitación, trabajo e infraestructura.
Tras 12 años de un proceso de reintegración, con algunas pausas, la comunidad del corregimiento de Ortega, en el municipio de Cajibío en el Cauca, se convierte en uno de los primeros territorios en donde la reintegración ha sido un eje articulador para el desarrollo integral de la comunidad.
El camino para esta población, que tiene hoy cerca de 1.200 habitantes, empezó con la desmovilización de las Autodefensas Campesinas de Colombia, en el 2003, de las cuales hacían parte 166 personas, que en esa época representaban, cerca, del 7 por ciento de la población de esta comunidad.
Los habitantes de Ortega se armaron para hacerle frente a los ataques de la guerrilla de las Farc, que en varias ocasiones, ingresaron al caserío y asesinaron a varios de sus pobladores, "no nos armamos por gusto, sino por necesidad. La guerrilla quería tomar el control de todo y el Estado por aquí no llegaba. Yo perdí muchos familiares en las masacres que hicieron las Farc", cuenta Cenir Alexis Becoche, uno de los ortegueños que hizo parte de las Autodefensas; se desmovilizó, se reintegró y hoy, gracias a su liderazgo con la comunidad, está participando de una iniciativa política.
Con la desmovilización llegaron a la comunidad algunas oportunidades, a través de instituciones como la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), el Comité de Cafeteros y la cooperación internacional, representada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), sin embargo, no fue la intervención de externos lo que permitió que esta comunidad le hiciera frente a la guerra y cambiara las armas por palas, semillas y canastos, para recoger café y empezaran a sembrar una nueva vida para ellos y sus hijos. "Llegó apoyo, pero fueron las ganas de la comunidad lo que nos permitió organizarnos. Mire que una de las cosas que me impacta es que antes la gente de Ortega tenía una cara triste, hoy uno ve esperanza y sonrisas en los rostros de los ortegueños, es que la guerra entristece", dice Becoche.
Este martes, 19 de mayo, en una actividad que tuvo exposición de fotos, muestra cultural y de proyectos productivos, palabras de la comunidad y de los representantes de las instituciones que han acompañado este trabajo, se puso fin a lo que podría llamarse un proceso de reintegración que le sirvió a todo un pueblo. "Los ortegueños deben sentirse orgullosos de lo que tienen. Hoy se acaba este ciclo de acompañamiento, no porque la ACR quiera, sino porque ya hemos cumplido con nuestro trabajo, ustedes son los actores más importantes de esta labor. Han cumplido muchos de sus sueños, vencieron la guerra y deben seguir soñando", les dijo Joshua Mitrotti, director general de la ACR, a los ortegueños y los resaltó como un ejemplo de lo que debe ser la paz territorial.
Estudio, energía y café
Ortega está compuesto por seis veredas: Ortega, La Diana, El Edén, La Isla, Carrizalito y Achiral. Al corregimiento se llega luego de transitar unas 4 horas, por una carretera destapada, desde el municipio de Cajibío. En el camino hasta el centro poblado de Ortega, se cuentan 15 canchas de fútbol, que no tienen grama verde, pero que sirven de escenario para celebrar los goles que los aficionados anotan en los marcos hechos con guagua.
"Uno de los logros que quedan luego de todo este proceso es el mejoramiento de la carretera, este trabajo articulado permitió reducir el tiempo desde Cajibío hasta Ortega, de seis horas a unas cuatro", asegura Juan Pablo Nova, consultor que acaba de terminar la sistematización de este proceso.
Para el alcalde de Cajibío, Héctor José Guzmán, lo que hace falta para alentar el desarrollo de esta comunidad es voluntad de las instituciones y de los políticos. "Se han logrado cosas gracias a la articulación que se consiguió a través de la reintegración, sin embargo, hace falta voluntad. Yo le he presentado al Gobierno Nacional lo de la carretera completa, pero no escuchan", asegura el mandatario local, quien también resalta que Ortega es el ejemplo que el país necesita para creer en la paz.
Ortega dejó de ser una zona de conflicto, para convertirse en una tierra en paz, donde entre su principal producción, se destaca el café especial, al que sus habitantes bautizaron con el nombre de 'El café de la reconciliación', el cual, gracias al apoyo del Comité Departamental de Cafeteros del Cauca y de la Federación Nacional de este producto, ya ha sido vendido en el exterior, comercializado en las tiendas Juan Valdez y se convirtió en el producto emblemático de los ortegueños.
Blanca Nubia Pechené y Dagoberto Becoche, viven en la vereda El Edén desde que nacieron. A esta pareja de esposos y a sus diez hijos, también les tocó enfrentar la crudeza de la guerra y enterrar a sus familiares, en medio del dolor que los llevó a la resistencia. "Hoy todo ha cambiado, uno aquí está tranquilo, pero aún yo me acuerdo mucho de mi papá, a él lo mataron las Farc. Como le hubiera gustado ver lo que es Ortega hoy, ver los cultivos de café y saber que aquí hay una oportunidad para los que se quieren quedar", asegura Blanca, quien con su esposo y sus hijos trabaja en la producción de café, de un trapiche pequeño y también cría pollos en la finca Los Pinos, que es de su propiedad.
Hasta marzo pasado en la finca de Blanca y en todas las fincas de Ortega, que parecen cabras agarradas de la montaña, no había energía eléctrica. En marzo, con la gestión de todos los actores que han sumado para cambiarle la cara a la población, llegó la luz. Lo primero que compró Blanca fue una licuadora. "Hice jugo de guayaba, sabe muy distinto a como cuando uno lo batía con cuchara o con lo que se inventara", cuenta la mujer, que ya también tiene nevera, otros electrodomésticos pequeños y, desde hace ocho días, su hijo compró un televisor, en el que ella, por ahora, solo ve los noticieros, porque con el trabajo del campo es muy difícil sacar tiempo para ver otras cosas.
Pero desde que Blanca ve noticias, dice que vive más preocupada. "Cuando las oía por radio de pilas, no me parecía tan grave, ahora que las veo, pues uno se angustia más por lo que pasa. Pero lo que sé es que ahora tengo que rezarle más a Dios, para que las cosas mejoren", comenta la señora, que sigue con juicio lo que pasa con el proceso de paz con las Farc y no titubea para asegurar que su pueblo es un ejemplo de que sí se puede.
Para Blanca y para los pobladores de Ortega, la posibilidad de estudiar es uno de los mejores regalos que les dejó la reintegración. "Muchos, así no fueran desmovilizados, pudieron estudiar, hasta los más adultos aprendieron a leer y escribir y los demás aprendimos mucho del manejo del café", asegura Alexis.
El trabajo para los ortegueños no terminó con la clausura de la reintegración, al contrario, ahora tienen más retos, más expectativas. "Queremos exportar el café, seguir creciendo como comunidad, que los jóvenes no se vayan del corregimiento, que los niños puedan estudiar", insiste Alexis.
En Ortega todo va cambiando. Las armas por lápices y canastos de coger café, la carretera pantanosa por una vía más transitable, la penumbra por luz eléctrica, la cara triste por la cara de esperanza... lo que si no ha cambiado es el cielo, el cielo ortegueño que, de día es de un azul radiante y, de noche, es el lienzo donde cuelgan miles de estrellas que parecen granos de una mazorca recién pelada y que le sirven de guía a las casas donde aún no llega la luz, pero donde sí ha llegado la esperanza.