Carmenza es una mujer que odiaba a las Farc, porque sentía que este grupo le quitó el cariño de su padre, que no estaba con ella por pertenecer a este grupo. Su padre se desmovilizó y acompañándolo en su reintegración, ella conoció al amor de su vida.
Carmenza es una mujer de 37 años de edad, que desde muy niña empezó a vivir los azotes de la violencia. Creció viendo a su padre militando en un grupo armado ilegal y evidenciando un profundo odio hacia las fuerzas militares de Colombia. Su infancia transcurrió en el municipio de Planadas (Tolima), y pese a vivir en un ambiente de guerra, jamás tuvo la iniciativa de ingresar a un grupo armado.
Vivió su niñez entre muñecas y armas. Su padre pertenecía a la guerrilla de las Farc, y cada vez era más distante su contacto con él, tenía otros familiares que hacían parte de la Policía Nacional y del Ejército de Colombia. De allí, su resistencia a tomar parte del conflicto y más bien, quería vivir manifestando afecto a todos los miembros de su familia, sin importar de qué lado de la guerra estuvieran. Sin embargo, las disposiciones de la guerra no dieron espera. En el 2008 fue obligada a dejar su casa, amenazada por las Farc. Desde la guerrilla le dieron un ultimátum y le impidieron tener contacto con sus familiares que estaban en el grupo, argumentando que esto representaba un riesgo para ellos.
Fue esta situación la que hizo reaccionar a su padre. Aquel hombre que militó durante más de 5 años en el grupo guerrillero, al darse cuenta que las mismas Farc estaban amenazando a su familia, decidió dejar los fusiles y su uniforme para empezar otra vida, una como desmovilizado, en busca de nuevas oportunidades en la legalidad.
Esta situación hizo que Carmenza sintiera odio y rencor hacia el grupo guerrillero, pero fueron más fuertes sus lazos familiares y el afecto hacia su padre, y esto le permitió iniciar un nuevo camino acompañando a su padre en su proceso de desmovilización. En ese momento reinaba la expectativa de qué iba a ser de sus vidas y frente a qué les tenía preparado el destino.
Entre reuniones, talleres y asesorías que le ofrecían a su padre en el Hogar de Paz, en Bogotá, Carmenza conoció a José, un hombre, de 41 años, que también, cansado de malos tratos, constantes agresiones e injusticias, abandonó las Farc, donde permaneció durante casi dos años.
José tuvo una infancia marcada entre el abandono de madre, cuando él tenía escasos 2 meses de nacido, hasta la indiferencia de su padre quien, de manera inhumana, lo regaló a otra persona. José creció y se unió, en el Tolima, al bloque José Lozada de las Farc en el 2003, influenciado por sus amigos y motivado por su acostumbrada soledad y falta de afecto.
Pero la soledad de José terminó cuando conoció a Carmenza. Empezó a conquistarla, y a ganarse su corazón, venciendo los temores y rencores que ella sentía hacia los grupos armados ilegales y hacía todo el que tuviera que ver con ellos. Con el paso del tiempo y con perseverancia, Carmenza y José empezaron una relación sentimental, encontrando apoyo mutuo y construyendo un futuro juntos.
Con la bendición de su padre, Carmenza y José decidieron unir sus vidas y radicarse en el municipio de Pitalito (Huila). Allí conviven con su pequeño hijo, de 7 años, y construyeron un hogar basado en valores y en el respeto. Aunque Carmenza comenta que en ocasiones siente que la sociedad rechaza a José por ser una persona desmovilizada, ha sido mayor el apoyo por parte de quienes los han acogido y brindado ayuda.
Hoy en día, José trabaja en una ladrillera reconocida en el sur del Huila, y con el apoyo de Carmenza, quien es ama de casa, han logrado sacar su familia adelante, lejos de un conflicto armado y empezando una nueva vida sin condiciones ni rencores, tan solo con el proyecto de construir un futuro juntos y poder darle a su hijo el afecto y apoyo necesario para que cumpla sus sueños.