Luis Javier Vanegas, oriundo del Tolima, hizo parte de las desaparecidas Autodefensas del Magdalena Medio; hoy, desde la legalidad, esculpe el mármol y golpe tras golpe construye obras de arte.
El sol golpea fuerte sobre las montañas del corregimiento La Danta, ubicado en el municipio de Sonsón, oriente antioqueño. Son cerca de las 2 de la tarde y el calor resalta los colores del paisaje y permite apreciar la belleza geográfica del territorio. Los caminos verdes contrastan con rocosas montañas blancas, que dejan ver la riqueza mineral con de la región.
Después de caminar algunos kilómetros, y de apreciar cada nuevo paisaje, se llega al taller de Luis Javier, el polvo de la piedra está en cada rincón del lugar, Luis se encuentra allí -envuelto en ese polvorín blanco que deja diariamente el mármol sobre su piel- y con gentileza nos da la bienvenida. Hablar de su pasado no es lo que más le gusta, -no porque oculte algo, sino porque le gusta mirar hacia el futuro-, sin embargo, con toda la disposición se detiene a contarnos como llega a ser artesano.
El oriente antioqueño, con sus diversidades y sus gentes, hace parte de un contexto geográfico, histórico y cultural que, como la mayoría de regiones de Colombia, soportó el conflicto armado. En el caso de La Danta, fueron las desaparecidas Autodefensas del Magdalena Medio, quiénes se apoderaron de ese territorio distante de la cabecera municipal y casi hasta de sí mismo; impusieron su ley, actuaron a su parecer, cambiaron incluso el rumbo de su población.
“Hice parte de las Autodefensas del Magdalena Medio, fueron cerca de 4 años y medio, entré al grupo escapando de la guerrilla que operaba en el Tolima. No entré obligado, pero allá te das cuenta que todo es diferente, igual una vez adentro no hay vuelta de hoja. Fue mucho monte, recuerdos no gratos, amigos perdidos, años idos. Es para mí un capítulo de mi vida del que no me siento orgulloso, por el que pagué altos precios, en el que perdí desde una pierna hasta el norte. Fue un capítulo que cerré una vez me desmovilicé”, afirma Luis.
Luis Javier se desmoviliza en el año 2006 y durante 6 años culmina un exitoso proceso de Reintegración, en el que como él lo dice, “se formó como persona, aprendió a priorizar sus sueños, y formó una familia que hoy es hoy su pilar”, paso a paso y golpe a golpe ha esculpido un nuevo futuro.
Luis perdió una pierna, consecuencia de una mina antipersonal, sin embargo esta tragedia no le impidió alcanzar sus sueños; ahora, está con su hijo y esposa, la guerra tampoco le arrebató su sueño de ser un empresario. Hoy, junto a su compañero y amigo Jorge Abel, continúa luchando por su negocio, como uno de los pocos artesanos en el corregimiento, que trabaja el mármol y esculpe en él, cuantas figuras se cruzan por su imaginación.